Monasterio de Alcobaça

Alcobaça - Alcobaça
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Real Abadia de Santa Maria de Alcobaça, también conocida como Monasterio de Santa Maria de Alcobaça, es una de las obra primas de la arquitectura e historia portuguesa, clasificada por la UNESCO como Patrimonio Mundial, considerada incluso una de las más importantes Abadías Cistercienses Europeas.Donada por el primer rey portugués, D. Afonso Henriques, a Bernardo de Claraval, las obras de construcción de la Abadia se iniciaron en 1178, siendo la primera obra verdaderamente en estilo gótico, levantada en territorio portugués. Sus trazos generales encajan en el rigor, austeridad y pureza de las formas constructivas del espíritu de S. Bernardo, que era devoto de la oración, penitencia, renuncia a los bienes materiales y trabajo manual, en constante comunidad y en el más absoluto silencio.

Del conjunto monástico forman parte la Iglesia con planta en cruz latina, y tres claustros seguidos, de dos pisos. Recientemente fué descubierta la existencia de una cuarto claustro que habrá sido destruido durante el gran terremoto de 1755.Con gran destaque es el Deambulatorio, la Sala del Capítulo, la Sacristia, la Capilla de las Relíquias, el Parlatorio, el Dormitorio, la Sala de los Monjes, el Comedor, la Cocina Vieja y Nueva, los túmulos de D. Afonso II (1185-1123) y D. Afonso III (1210-1279) y los muy famosos túmulos de D. Pedro y Dª. Inés de Castro, de aquella que es considerada una de las más trágicas historias de amor de Portugal.

D. Pedro y Dª. Inés de Castro 
El príncipe D. Pedro (1320-1367), casado con Dª. Constança Manuel, se enamora locamente de una de las ayas de su mujer, la castellana Inés de Castro. Después  de la muerte de Dª. Constança, el rey asume publicamente su amor por Dª. Inés, pasando a vivir maritalmente con ella, naciendo de esta relación tres hijos. La relación fué condenada por el padre de D. Pedro, el rey D. Afonso IV, condenando a muerte, en 1335, Dª. Inés, por alegada traición al reino.
Cuando D. Pedro I, subió al trono, su misión fué la venganza, condenando con violencia a todos los culpados envueltos en la muerte de su amada, decretando también a Dª Inés como reina de Portugal.
D. Pedro ordenó la construcción de su túmulo y del de su amada, trasladando los restos mortales de Dª Inés al Monasterio de Alcobaça, constituyendo hoy una de las mayores esculturas tumulares de la Edad Media del pais. 
El Rey determinó en su testamente que, cuando fuera su muerte, los túmulos deberían ser colocados de modo a que en el día del juicio final, cuando los dos enamorados resucitasen, se pudiesen mirar a los ojos.
Hoy en día estos túmulos son visitados por muchos enamorados, incluso el propio día de su boda, pues se dice que quién jura fidelidad a este amor, ve la eternidad en el suyo propio.

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