Rossio
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Renacida de los escombros dejados por el terremoto de 1755 que asoló el pais, la Plaza del «Rossio», con sus cosmopolitas edificios pombalinos, espacio llano y acogedor, se animó con varios hoteles (ya desaparecidos) que se llenaban de extranjeros, tiendas, estancos y, como no podía faltar, innumerables cafeterías, institución muy portuguesa donde se conversaba, se conspiraba, se hablaba de asuntos políticos, se discutían las artes.
Bien en el centro de la Plaza, se levanta una columna de 28m. de altura, la estatua de D. Pedro IV, el primer emperador de Brasil independiente, aqui colocada en 1870. En su base existen cuatro figuras femeninas, alegorías a la justicia, la sabiduría, la fuerza y la moderación, cualidades atribuidas a D. Pedro.
En 1889 se añadieron dos fuentes monumentales, una de cada lado de la columna, hoy en día coloridas con las flores vendidas por las ya tradicionales floristas del «Rossio».
El suelo de la Plaza, a mediados del siglo XIX, fue cubierto con la tradicional « Calçada Portuguesa», con motivos ondulantes negros y blancos.
En el lado norte de la plaza está el Teatro Nacional Dª. Maria II, que recibió el nombre de la hija de D. Pedro: Dª María II.
Al sur, está un gracioso arco, obra de arquitectura Pombalina de finales del siglo XVIII, que establece la unión con la «Rua dos sapateiros».
A pesar de las muchas alteraciones en el estilo de vida a lo largo de los seis siglos de existencia de esta plaza, muchas tradiciones aún se mantienen, y una parada en el café Nicola (lado occidental) o en la pastelería «Suiça» (lado oriental) continua siendo el día a día típico del buen lisboeta.